domingo, 28 de septiembre de 2008

songbird


No importaba que se sintiera una quejica, ya le daba igual saber que era débil e insegura, volver a escuchar aquella canción que hablaba de amor se había convertido en un hábito, había logrado quitarle todo el sentido a la letra, vaciarla de la felicidad de la que hablaba.
Parece que cuando se abrió la caja de Pandora no solo todos los males del mundo salieron, no sólo ocurrió aquello que nos cuentan, parece que también toda su optimismo quedó dentro.
Lloraba sin merecerlo, arrebatándole a otros sus lágrimas pero estaba cansada de justificar la desaparición de su sonrisa, no podía explicar ya más su cambio de humor, no podía oír la próxima vez.
Porque todo aquello suponía que pasara el tiempo, y no había nada que le aterrara más que el tiempo, el capricho de las agujas de un reloj. Porque cuando se vive una y otra vez lo mismo es como no vivir, no avanzar.
Otra vez será, no pasa nada, ya verás como todo se arregla...todos sabían demasiado, se sentían capaces de dar consejos, hacían que ella fuera algo excepcional, pero todos eran cobardes, nadie reconocía que, en el fondo, se sentían como ella.
Siempre había algunos afortunados, esos eran los que más consejos le daban, no sentía envidia, no había celos, simplemente no quería que se sintieran culpables, que sintieran lástima.
Su historia, ella nunca sabía cómo sería el final, siempre su imaginación jugaba sucio, le creaba finales de película para después devolverle a la realidad con un silencio frío.
Sabía que la vida valía la pena, que había cosas por las que luchar, pero quería devolverle a su canción aquella letra que decía talking about better days they are yet to come, I´ve never felt this love for anyone

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