él sería el perfecto personaje de una película de los años 40´, galán sumido en la más absoluta miseria que vive con el cigarrillo pegado a la comisura de la boca buscando la fuerza para narrar su amor, el amor verdadero en la vieja olivetti...
pero los años 40´ahora solamente llegan a través de las películas que regalan los periódicos algunos domingos, colección grandes del cine, y pasarse toda una vida pegado a una vieja máquina de escribir supone ser el más necio de todos los hombres
el cigarro que le acompaña ya no es el de Bogart, y su galantería no son más que actos heroicos sin valía alguna
renovarse o morir, lo que no cambia se pudre, ¿cambiar a mejor? los años dorados de cafés y bares con barra a modo de confesionario seguían vivos en su mente, por la noche imágenes claras navegaban entre sus pensamientos pero a la mañana siguiente era incapaz de recordar siquiera el olor de los antros donde antes residía su vida
criaba en su máquina de escribir telarañas fruto de la innovación tecnológica de las pantallas planas, acumular recuerdos ahora tenía nombre de enfermedad, y su tristeza no era la melancolía de un galán que perdió al amor de su vida, los médicos le dijeron que era depresión, que toda una vida pasada a su lado le había dejado de recibo una depresión, que su marcha era un estado psicológico común, de locos, pensó, que le hubieran dicho eso a Rick cuando la dejó marchar en Casablanca...
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