Un hombre que no tenía fuerzas para cocinar, pero que era capaz de escribir los más bellos versos.
Él dice que una vez alguien vaticinó que sería de los buenos, pero de eso hace ya mucho tiempo.
Ahora pasa sus tardes estirando als piernas y, de vez en cuando, visita un gran amigo.
Juntos recuerdan cómo consiguió dejar de fumar mientras su amigo enciende un cigarro ras otro.
No es malo vivir de recuerdos mientras éstos traigan buena compañía que los escuche.
Ya tenía 92 años pero hablaba con una intensidad propia de alguien más joven. En sus pequeños ojos se podía ver no sólo una larga vida evidente, sino también unas vivencias diganas de ser escuchadas.
Hasta 400 ó incluso 500 versos tiene, momentos de una vida que perdurarán para siempre.
No siempre los buenos triufan, a veces son olvidados, silcenciados, sólo apreciados una vez los hemos perdido.
Quizá nunca llegue a ser un grande, pero sí que es uno de los buenos.
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